Frustración por el
desamparo frente a la pobreza, el desempleo, los precios que suben tras el
dólar, la inseguridad galopante, los hospitales deprimentes y sin recursos, las
calles rotas, las escuelas abandonadas.
Pero el venezolano no
puede estar solo con su desgracia.
Al Estado le corresponde
contribuir a estabilizar el bolívar y los precios ya, no dentro de veinte años;
lograr las tasas de interés que faciliten la reactivación de los negocios y la
creación de miles de puestos de trabajo en tiempo breve.
También debe explicarle
cómo va a enfrentarse la pobreza, encerrar a los delincuentes, detener la
corrupción, hacer valer nuestros derechos, crear una verdadera Administración
de Justicia, suplantar la consolidación de barrios por la desconcentración
urbana, pasar del conuco a la agricultura productiva, cambiar el INCES
“socialista” por la educación vocacional y adecuar la educación para formar
buenos ciudadanos.
No se trata de ofrecer el
paraíso a futuro, sino el de la pragmática y eficaz inmediatez posible.
Tenemos que lograr la
confianza, para ello detener la inflación, como el elemento
desencadenante de nuestros males económicos, sociales y políticos. Sui generis,
como la naturaleza de nuestra economía, tendrá que ser también el remedio para
sus males. No tenemos mas opción que innovar para salir del trance mientras
esta economía tan especial neutraliza el foco inflacionario.
La crisis social comenzó
por ser económica.
No basta con crear fuentes
de trabajo ni lograr que el nivel de los salarios se reconcilie con las
necesidades mínimas de la familia, porque muchos miles de personas no tendrán
acceso ni a uno ni a lo otro. Para combatir la pobreza es necesario convertir a
los habitantes en ciudadanos a través de la educación, la enseñanza, el
entrenamiento y la información.
Legiones de hombres y
mujeres del país, podrían ya a comenzar a superar sus niveles de pobreza
adquiriendo destrezas laborales, que los conduzcan a un empleo.
No puede ser otra forma
como los pobres dejen de serlo, ocupen viviendas en comunidades servidas y
ambientalmente tratadas, eduquen a sus hijos, cuiden su salud, cultiven su
espíritu, disfruten los servicios y se beneficien de la modernidad.
Tenemos que exigir se
cumpla con los fines del Estado: prosperidad y bienestar. Para eso tenemos que
tomar una decisión: escoger el presidente que pueda hacerlo.
Muy acertada su reflexión... se hace necesario un cambio de dirección,o de lo contrario, el caos nos sumergirá a todos.
ResponderEliminarSeñora Sosa: No soy Venezolana pero, por muchos años viví en aquel hermoso país, mis hijos sí son Venezolanos. Por fin descubro su página, y la enviaré a todos mis contactos venezolanos para que tengan un respiro en estos momentos de sosobra en el que viven. Personas como ud. se necesitan más que nunca. Dios Quiera tenga muchos seguidores y pueda uds. contribuir con el rescate de la Democracia Venezolana.
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