El domingo pasado tuve el placer de leer el artículo
de Simón Alberto Consalvi, titulado “El Civil a Destiempo”, refiriéndose al
momento político-militar en que fue electo José María Vargas, a quien llama un
civil absoluto.
De la lectura de las reflexiones sobre Andrés Eloy
Blanco, quien se identificó profundamente con la figura de Vargas, surge la
pregunta obligada: por qué seguimos siendo una sociedad de pobres, en donde los
militares quieren seguir haciendo pronunciamientos y usar el fusil y el sable
para abrir puertas.
El militarismo se nos vende como la opción más
conveniente para la República constituida por civiles; los militares tienen un
fin determinado en política y en la Constitución: al servicio de la República.
El gobierno pretende seguir en transición al
socialismo; el texto de Plan de Gobierno tiene entre sus objetivos ampliar y
conformar el poderío militar, traspasar la barrera del no retorno, la
irreversibilidad del socialismo.
Tenemos un gobierno que presume de militar y pretende
consolidarse. Lo absurdo es que muchos que se visten de militar ya no lo son o
nunca lo fueron. Nuestra historia está plagada de personajes que se dicen
militares y son impostores, como señaló Andrés Eloy Blanco: ser civil en un
país en “guerra” es una proeza.
La reescritura de la gesta independista ha sido
utilizada para robar sus laureles al pueblo y depositarlos en la frente de
fundamentalistas que carecen de espíritu democrático y que tratan a la
República como si fuera un cuartel. Como si fuera poco, un militar retirado que
aspiró como civil a la Presidencia de la República, luego de ganar las
elecciones, en vez de cumplir su promesa formal de sacar a los militares de la
política, nos llenó de militares vocingleros, amenazantes, politizados, que se
declaran marxistas/socialistas y juran lealtad política al régimen.
¿Qué le pasó al civil electo para ejercer este alto
cargo? Se mimetizó en General en jefe militar, con rango activo; contaminó a
las FAN forzándolas o seduciéndolas a seguir su ideología política marxista, a
tener como comandantes a Fidel Castro y Mahmud Ahmadinejad, someterse a
sus designios.
Nos llegó la hora de ratificar que somos civiles y
queremos que la civilidad se imponga. Queremos un gobierno civil, que valore
más la satisfacción y goce de los derechos ciudadanos que la megalomanía
armamentista.
La encrucijada es entre un civil absoluto, Henrique
Capriles Radonski o un militarista absoluto, Hugo Chávez Frías. Tengamos muy
presente el 7 de octubre cuando estemos ante la máquina de votar, que el
ejercicio de la libertad y secreto del voto nos da la opción de elegir un
camino de prosperidad.
Lo cierto es que a más belicismo en el gobierno, más
falta de desarrollo.
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