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UNA JUEZ SIN DERECHOS, UN PAÍS SIN CONSTITUCION


El presidente Chávez ordenó desmantelar las mafias carcelarias, pero se niega a aceptar el origen de tal desastre: jueces corrompidos que sustituyeron el derecho por la política, claro, siempre que sea la que él profesa a cambio de seguridad e inamovilidad en cargo, unido al desprecio por el saber y la ética.
El artículo 267 de la Constitución establece que todo juez que cometa un delito debe ser juzgado por por otros jueces, de allí la creación de la Jurisdicción Disciplinaria Judicial y el sometimiento al Código de Ética del Juez, para que los tribunales disciplinarios decidan las faltas que pudieran haber cometido.
María de Lourdes  Afiuni, estando en ejercicio de sus funciones de Juez de Control, debidamente facultada por el COPP para dictar medidas privativas de libertad, sustituirlas y modificarlas, aplicó a un caso concreto la norma que establece que si una persona pasa más de dos años detenida y no ha culminado su juicio, se le debe dar su inmediata libertad. El ciudadano llevaba más de tres años detenido sin proceso.

Si el Código de Ética establece la independencia de todo Juez en ejercicio y sus decisiones recaídas  en materias de interpretación legal y de derecho, sólo pueden ser revisadas por los órganos competentes, por vía de los recursos establecidos en el COPP, ¿por qué, entonces, la juez María de Lourdes  Afiuni está siendo procesada?  ¿No es acaso la razón de ser de los tribunales disciplinarios  examinar la idoneidad y excelencia de un Juez sin que constituya una intervención indebida en la actividad?

Entonces, ¿qué pasa con la Juez Afiuni? ¿El juez penal que la juzga, por ordenar la libertad de un detenido por más de tres años sin proceso, de acuerdo a la Ley, ignora que es incompetente? ¿No sabe, o cumple instrucciones, para seguir adelante con un proceso a todas luces nulo, ya que el caso no fue conocido por los tribunales disciplinarios, sus jueces naturales? El hecho que su sentencia causara la indignación del Presidente, no es causal para ensañarse en ella. Es un acto de servil prevaricación.

¿Tenemos que esperar un cambio de gobierno, para que los jueces pierdan el miedo, aprendan derecho, lo apliquen y se liberen del yugo que los hace esclavos del poder político? Solo de ellos depende que se ganen el respeto, la consideración y aprecio de la ciudadanía.

El caso de la juez Afiuni es otra prueba que Venezuela no hay un Estado Constitucional, ni siquiera Social de Derecho  y de Justicia.

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